El Vientre y La Tumba
Nunca le había prestado atención a la forma en que los escritores de los evangelios enfatizan el hecho de que la tumba donde Jesús fue enterrado nunca antes había sido usada, convirtiéndola en una tumba “virgen”. Después de que alguien mencionó este detalle hace unas semanas y mientras mi emoción por la temporada de Adviento crecía, no pude dejar de pensar en la conexión entre Adviento y el Sábado Santo. En el Domingo de Resurrección celebramos vida -Jesús sale de una tumba virgen habiendo derrotado a la muerte, pero antes de que llegara la mañana del Domingo, hubo un largo sábado. El Sábado Santo es un día que usualmente ignoramos, pero hoy, mientras esperamos el día en que la muerte ya no exista, vivimos en un largo sábado. Vivir en este sábado es difícil porque aquí es dónde enfrentamos la realidad de que, al igual que los discípulos de camino a Emaús confesaron, abrigábamos la esperanza de que las cosas serían diferentes. En el domingo ya no habrá más lágrimas, pero durante el sábado abrazamos el lamento.
Pero ¿por qué hablar sobre el Sábado Santo en vísperas de Navidad? La vida cristiana está llena de paradojas y mientras vivimos con las cargas de un muy largo sábado, también vivimos con las promesas y el gozo de Adviento, ambas temporadas centrándose en la espera. Sin embargo, el tipo de espera durante Adviento es diferente. Durante esta temporada, recordamos el tiempo en que Israel había estado en una larga espera por su Mesías y él finalmente llegó a través del vientre de María por el poder del Espíritu Santo. Con este conocimiento de lo que pasó, podemos ver hacía el día en el futuro cuando este Mesías regrese una vez más. Pero hasta entonces, esperamos. Esperamos con gozo y expectativa, con confianza en las promesas que sabemos que serán cumplidas porque conocemos la fidelidad de aquél que las hizo. Así que somos la gente de la Navidad cuando Cristo viene al mundo, viviendo en el Adviento, y la gente del Domingo de Resurrección cuando Cristo se levanta de los muertos, viviendo en el Sábado Santo. La buena noticia de esta paradoja es que mientras esperamos, podemos abrazar tanto el gozo como el lamento porque tenemos tanto confianza en las promesas que serán cumplidas como cansancio por la larga espera.
Para los cristianos, tanto el vientre como la tumba donde Cristo habitó apuntan hacia la promesa de recibir vida. Jesús se encarnó y luego se levantó de entre los muertos para darnos la posibilidad de vida eterna que, de acuerdo con sus propias palabras, es conocerle a él y a aquél que lo envió. En esta temporada de Adviento, ya sea que sintamos el gozo de que Emanuel pronto nacerá, el lamento de que Él ha tardado más de lo que esperábamos en regresar, o una combinación de ambos, acerquémonos al Dios del Domingo de Resurrección y de Navidad, quién viene a nuestro encuentro mientras esperamos en el vientre, en la tumba, y en la vida en medio de esto.